
Cómic Belga
La historieta o cómic franco-belga, también conocida como bande dessinée (en francés, literalmente “tiras dibujadas”), y abreviada como BDs, comprende la historieta francófona producida en Bélgica y Francia. Por extensión, el término se refiere al conjunto de estilos y contextos editoriales comunes al cómic europeo francófono después de la Segunda Guerra Mundial.
La historieta franco-belga constituye una de las tres grandes tradiciones historietísticas a nivel mundial, junto con la estadounidense y la japonesa. Es además la que goza de mayor salud en toda Europa.
Aunque tanto Francia como Bélgica habían tenido autores de cómics de renombre, el cómic conocido como “franco-belga” despegó realmente en la inmediata posguerra, cuando las publicaciones periódicas editadas en Bélgica, principalmente Le Journal de Tintin y Le Journal de Spirou, conquistaron el mercado francés. La competencia entre estas revistas y el ritmo de publicación semanal provocaron un fermento creativo y varios autores surgieron durante este periodo. El panorama y los mercados del cómic en Francia y en la Bélgica francófona se volvieron inseparables: entre los cómics franceses, belgas y suizos francófonos, que compartían el mismo contexto artístico y comercial, la identidad nacional era a menudo difusa. Muchos autores franceses o suizos trabajaban para editoriales belgas, y los autores belgas tenían una amplia difusión entre el público francófono.
Varios autores de cómic franco-belga han alcanzado fama internacional y, más allá de sus contextos locales, han influido en autores de otros países, sobre todo de Italia, España, Japón y América Latina, principalmente Argentina. La historieta franco-belga está emparentada con la historieta neerlandesa: muchos autores francófonos son traducidos al neerlandés en Flandes y los Países Bajos, mientras que autores flamencos y neerlandeses publican con editoriales francófonas o están influenciados por las distintas escuelas de estilo franco-belgas.
Entre las historietas franco-belgas más populares destacan Las aventuras de Tintín y Las aventuras de Jo, Zette y Jocko (de Hergé), Tomás el Gafe (Franquin), Astérix (Goscinny & Uderzo), Lucky Luke (Morris & Goscinny) y Los Pitufos (Peyo). En cuanto a las obras con dibujo y trama realistas, se encuentran entre las más apreciadas algunas como El Teniente Blueberry (Charlier y Giraud «Moebius»), Thorgal (van Hamme & Rosiński), XIII (van Hamme & Vance) y las creaciones de Hermann.
En su trayectoria se inscriben revistas del calibre de Métal Hurlant, Pilote o Spirou, series como Astérix, Barbarella, La Mazmorra, Tintín o XIII y autores como Chaland, Cosey, Lauzier, Moebius, Tardi o Hergé, incluyendo a pioneros del medio como Töpffer.
De esta forma, el cómic belga ha desempeñado un papel fundamental en la evolución del noveno arte, contribuyendo significativamente al desarrollo y la popularidad de este medio a nivel global. La tradición del cómic belga se caracteriza por su narrativa inteligente, su atención al detalle y su habilidad para abordar temas tanto lúdicos como profundos, lo que ha llevado a la creación de obras maestras que siguen siendo apreciadas por lectores de todas las edades en todo el mundo.